Por mucho que avance el descubrimiento racional de las causas del desarrollo del mundo y de la vida, no puede negarse que la biografía de cada persona es en gran medida consecuencia del azar del vivir, de ese alto porcentaje de acontecimientos que suceden sin intervención de nuestra voluntad. Desde la magnitud de las condiciones humanas con las que nacemos hasta lo que nos ocurre en cada minuto de nuestra existencia, es en gran parte efecto de ese azar poco controlable en su origen. Cada uno podemos reflexionar sobre cuál sea la proporción del impacto de ese efecto en nuestra vida. El balance final puede ser muy alto. La primera consecuencia de esa condición natural de la vida humana es que es inevitable: los efectos benéficos o dañosos se manifiestan como impactos sensibles de manera ineludible. Podemos afirmar como un eslogan que somos el resultado de nuestra respuesta al impacto del azar del vivir.
La cuestión que se nos plantea al tomar conciencia de esa realidad es si tenemos algún poder para controlar ese impacto recibido, especialmente en la carga de dolor y angustia que nos imponga, aunque también en los aparentes bienestares que puedan ser desequilibrantes. Hay que hacer un análisis profundo de la propia experiencia y de los muchos testimonios recibidos no sólo de los personajes famosos o de los maestros de vida, sino de las personas sencillas y anónimas.
La conclusión a que podemos llegar es que tenemos un poder natural para recibir el impacto del azar del vivir que es más voluntario y controlable, y que se manifiesta en el desarrollo de la generosidad, la renuncia al yo, la acogida a los otros seres humanos, la conversión de nuestra interioridad en una arcilla amortiguadora. Son formas de nombrar, describiendo su contenido, al amor humano como entrega personal que es fuente de la felicidad posible como experiencia personal de Dios.
Alfonso Pérez Moreno